Isla de Cabra
Llevaba puesta en la cara una mirada lánguida y húmeda maquillada por el ojeroso antifaz del desengaño. Su rizosa melena negra se revolvía con furia a merced de las ráfagas del viento marino. Un viento que, incansable en su aullido, envolvía ensordecedor la isla en la que ella reinaba. Así fue la primera vez que vi a Circe en su atalaya. Ella jamás supo de ese momento como tampoco yo supe de los muchos que, a su lado, vendrían luego. Pues aprendí demasiado tarde que el regalo de realizar lo prohibido conlleva siempre transmutar el placentero sueño en infinito desvelo: soñar por siempre cómo se ha perdido, sin remedio, el inolvidable momento de lo eterno. Ahora duermo el falso descanso de los necios. Dormir per eternum, soñar sin despertar, para abrazar solo en recuerdos a Circe, la maga de los sueños. A sus pies, olvidado, Endimión transmutado en un león ciego, mientras ella, en lo alto, permanece quieta con su negra mirada clavada sobre el horizonte donde se aleja un barco. A su timón: Odysseo, el origen de sus lágrimas negras.
Soñé que me soñabas. Entonces huir fue como despertar.
Facebook: Roberto Iglesias
Ulises tenía que dejarla y huir. Primero hace que sus marineros volvieran de su forma cerduna a la forma humana. Además tenía que volver a Itaca, para que el narrador ciego acabara su obra. No obstante la Maga nos dejó hermosos recuerdos de su cuerpo. Muy bonito micro.
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Muchas gracias por leerme y por el comentariooo
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