Se nos perdió tu canto entre la tempestad; tu dolor se hizo agua bajo el manto invisible de estrellas apagadas. Tu voz, como un susurro, se fue quedando lejos, hasta que se fundió en el viento.
Vestida de tristeza, llevando ese amor roto entre las manos, que se diera a volar cuando abriste la puerta.
¡Qué silencio nos queda! Desde mi soledad, yo te invoco esta noche, Alfonsina: cántame desde allá, cuéntame tu secreto; dime si, a donde fuiste, se consigue la paz; si es posible seguir sin mirar hacia atrás; si se olvida el amor; dime, al fin, qué se siente en el fondo del mar...
Francisca Díaz Fernández
Bellísimo!
Gracias.
Felicidades!
Abrazos
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¡Qué preciosidad de texto!
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