De almas y mariposas
Mi alma ha pasado cientos de inviernos duros, pero supongo que de ahí radica su entereza, su ímpetu ciego, sus ganas de perpetuidad, el aferrarse aún a las cosas más inverosímiles de la tierra para sobrevivir. No me imagino a un árbol viejo siendo fuerte sin crudos inviernos. La tierra no es para los débiles. Aquí yace la mejor escuela de los desencantos y somos precisamente los desencantados de la vida los que vamos dando saltitos aquí y allá como las mariposas. Siempre vamos buscando algo. Las mariposas no son cobardes para vivir porque saben de su corta existencia y así arremeten con todo, frente a cada flor se detienen y se impregnan aunque más no sea de su belleza. Ayer sucedió algo extraño, mi alma por primera vez se detuvo frente a mí y se quedó muy quieta observando a esa mariposa que volaba, comprendiendo que ser lo que uno quiere ser es un privilegio de pocos.
Precioso y reflexivo relato intimista.
Felicidades, Gladys.
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