Mi primer papel
De regreso por África, me levanto de la cama, con la imagen de la cuidad fantasma en el desierto de Namib. Me preparo un buen tazón de café y me dispongo a ver las fotos de aquellas casas en ruinas, llenas de arena. Algunas de ellas, con sus paredes pintadas de vivos colores, desconchadas y agrietadas, me llevan a mi infancia, a la casa derruida, sin apenas techo, donde solía jugar, que se encontraba detrás de la residencia donde me crie. Esa casa donde solía pasar mi tiempo libre, y que también tenía las paredes agrietadas, de vivos colores, pero con graffiti de todo tipo, fue mi patio de recreo y mi escondite preferido.
Como si hubiera encontrado diamantes y los hubiese robado, como ocurrió en Kolmanskop en 1912, aquel sitio fue un tesoro creativo para mí. Él despertó mi curiosidad a un mundo desconocido; el real y el literario. Sus paredes variopintas inspiraron mis primeros cuentos, tal es así que fueron mi primer papel donde empecé a escribir.