El vivir
La vida se vuelve a veces puñetera y te pone un traspiés tras la última zancadilla. Te da la sensación de que el futuro consiste en rodar y rodar, constantemente, sin apenas darte tiempo a que apoyes una pierna y comiences a levantarte.
Recuerdo las tardes de verano, tardes de verano en las dunas de Maspalomas, subir hasta la cima y caer rodando, la boca llenándose de arena, los ojos cerrados para que no entre la dorada perla en ellos y llegar al final, donde se intuía algo de humedad y la arenilla estaba dura, con una costra blanquecina, la misma sal.
¿Lo has hecho alguna vez? No hace falta ser un niño, ni un adolescente, basta con que tu alma lo sea.
Caer y caer rodando, cerrar los ojos y dejarse llevar de la vida, no abrir mucho los labios para que no se nos llene la boca de algo indeseado… Llegar a descubrir un lugar firme, cálido, rodeado de la sal de la vida, donde ponerse a salvo de nuevo, estirar una pierna, apoyarla bien, levantarse de nuevo, respirar profundamente ¡¡estamos vivos!!
Quizás el placer está en subir a la duna más alta, caer rodando, levantarse y tras coger impulso volver a escalar de nuevo…