Manuel Díaz Martínez – La Academia de los oscuros

 

La Academia de los oscuros

 

Una tarde, en la casa en cuyos muros

borraba el tiempo rostros y alamares,

sentí piedad, piedad por los oscuros.

 

Viviendo a sorbos y soñando a mares,

allí estaban bebiendo vaso a vaso

el aguado licor de sus altares.

 

Allí los vi flotar en el ocaso,

bracear en el temblor de los espejos

y como despedirse a cada paso.

 

Eran todos amargos y eran viejos.

Estaban de regreso y no habían ido.

El ancho mundo les quedaba lejos.

 

Pero alzaban su cántico medido,

hinchado de palabras torrenciales

y de viento y de furia y de sonido.

 

Y les tuve piedad por ser mortales,

temerosos de Dios y del olvido.

 

 

Manuel Díaz Martínez

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