TE RECOMENDAMOS…Grietas en el tejado, de Leandro Pinto

 

Grietas en el tejado, Demencia I, de Leandro Pinto

Mercurio Editorial, 2017

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Una reseña de Rubén Mettini

 

El martes estuve en la Feria del Libro de Las Palmas y compré Grietas en el tejado. Excuso mi ignorancia, pero no conocía de nada a su autor: Leandro Pinto, nacido en Buenos Aires en 1983 y con media vida pasada en las Islas Canarias. Me hice firmar el libro y lo leí durante dos noches. Diría que se trata de las novelas que no se leen, se devoran. Ayer a las 3 de la mañana estuve agotándola hasta llegar a las significativas dos líneas finales, imprescindibles para entender y replantearnos todo lo leído.

Luis Paredes es un periodista destacado del diario La opinión, especialista en homicidios. Cubre el caso de un joven esquizofrénico que mató a sus padres. Siguiendo el camino del joven, se pregunta qué lo llevo a un acto tan descarnado. El periodista siempre sintió interés por los conflictos mentales. Separado, con una niña pequeña, viviendo solo, se plantea tomarse una excedencia de su trabajo en el periódico, para escribir una novela sobre la esquizofrenia.

Apenas comenzar, el narrador nos da la pauta del título del libro. Luis Paredes busca el significado de esquizofrenia en el diccionario etimológico. La palabra proviene del griego schizien: dividir, escindir, agrietar, y phren: entendimiento, razón, mente. En definitiva se trataría de una grieta en la capacidad de discernimiento. Equiparando la mente humana al tejado de una casa llegamos a esas grietas en el tejado de que nos habla el título.

El protagonista decide entrar en Centro Psiquiátrico de Linares (una ciudad inventada) y entrevistar a Lorenzo Molina, un esquizofrénico encerrado allí. Irá grabando cintas de las charlas con el demente. Luego se pondrá a escribir su novela ayudado de una vieja máquina de escribir.

Estos son los hechos que pueden relatarse. Los vericuetos de la mente humana llevarán al escritor a dudar de su propio raciocinio. Mientras leía la novela –si podía pensar en algo fuera de esa trama pesadillesca–,  fueron apareciendo en mi mente varias referencias cinematográficas y literarias que se ponían en contacto con el texto de Leandro Pinto. La primera fue el film de Samuel Fuller, de 1963, Corredor sin retorno (Shock corridor) que trata un tema similar: un periodista que, con el objetivo de descubrir a un asesino, pasa a vivir en un manicomio, aunque Pinto genera unas peripecias finales que nos alejan del film. La segunda referencia fue un libro de Alexis Ravelo que leí y reseñé hace dos meses, La doble vida de Ned Blackbird. En ambos existe la máquina de escribir como elemento esencial y objetos que parecen provenir de la literatura y que se materializan en la realidad. Tanto en Ravelo como en Pinto hay una maravillosa obsesión por la metaliteratura: novelas que se escriben dentro de la novela, demencias que dudamos si son reales o literarias, preguntas sobre el peso que tiene lo narrativo y lo supuestamente existente. La tercera voz que oí, pero más lejana, fue la del argumento de El gabinete del Doctor Caligari, un film mudo de 1920, dirigido por Robert Wiene donde también las fronteras entre raciocinio y demencia se desdibujan.

A medida que avanzamos en la escritura de esa novela de Luis Paredes, llamada precisamente «Grietas en el tejado», nos internamos en unos laberintos especulativos que nos hacen dudar de la “salud mental” del periodista. Pero no hay ambigüedades en la escritura. La prosa de Pinto es clara. Aunque la trama se desenvuelva con gran rapidez, el autor se toma su tiempo para describir en detalle cómo se pone una cinta en una máquina de escribir o la forma de colocar una cinta magnetofónica en una grabadora. El subtítulo de Demencia I nos dice que Pinto tiene el propósito de escribir una serie de novelas breves de terror y misterio, ligadas a los desequilibrios mentales. Esto lo sabemos por la contraportada del libro. Esta tiene solo 125 páginas que son suficientes para narrar una historia con pulso seguro y con un clima absolutamente absorbente.

Cuando Luis Paredes decide comenzar a escribir su novela hay un apunte sobre las dificultades de acabar una escritura de largo alcance, un proceso que tal vez tarde uno, dos o más años en realizarse. No puedo contenerme de citar el fragmento porque resulta interesante –y de alguna manera consolador– para cualquiera que pretenda hacer literatura:

«Según estos testimonios, los escritores no se desviven por encontrar o conocer el final de la historia antes de comenzar la redacción, sino que se encomiendan a una especie de desenlace predestinado, a algo que supuestamente ya existe pero que ellos, de alguna manera, no han logrado captar. Si la historia vive y respira, si es consistente y sólida y está escrita con pasión y sinceridad, cualquier obstáculo desaparecerá y el final, cristalino, surgirá ante los ojos del novelista […]»

Leandro Pinto, a pesar de sus escasos 34 años, ya tiene varias obras publicadas. Aquí cito algunas: Orlando Brown (2010), Veneno de escorpión (2012) y Siete relatos macabros, perteneciente a una colección de cuentos de terror publicado en 2016. Además los lectores lo pueden seguir en su blog «El Disparaletras» (leandropinto.jimdo.com).

La escritura de Pinto es inteligente y lúcida. Al acabar la lectura de Grietas en el tejado tuve la impresión de haber descubierto a un autor que marcará por su calidad literaria las letras, no solo canarias, sino también de la literatura castellana. Recomiendo sumergirse en esta novela, aunque no estoy seguro de que la razón de los lectores salga indemne de su lectura.

Facebook: Rubén Mettini

 

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