Megt Eugenia Tavío – Sentir de mi tierra

Sentir de mi tierra

Soy tu fuego, tierra mía, un cincel ascuado de mi libertad. Huele a tristeza, mi tierra,

y en un puño sujeto al sol, sin que sientan mi quejar. Han resquebrajado mi arena dorada

y me han robado hasta el aliento de su mar.

Ya parto a tierras extranjeras, mi  amado Teide dejo atrás. El Roque Nublo me está llorando, ¿quién sabe si aquí voy a regresar?

El mar golpea fuerte en esta noche, puedo escuchar su quejar, las rocas son furia de bestias y ni la luna les quiere iluminar.

Llevo conmigo mi amado timple y entre isas y folias, malagueñas me oirán sollozar.

Parto hacia la Habana y ¡quién sabe dónde voy a acabar!, si en Caracas, en La Guaira

o en el mismo mar.

Atrás voy dejando el suspiro, sin aliento, al ni un solo mato poder ya divisar.

Sigo embebido en tu silueta, amada isla, empapado de mi soledad, la fuerza de las bestias están ahora en mi garganta y en mi rostro el quejar del mar.

Será dura la travesía más, por volver a ti, hallaré otras arenas menos doradas, donde hacer caudal y encontraré el oro que, en tus aguas, mi mirada hace brillar. Pero aquí, sobre el mismo mar que nos unirá, te prometo por mi alma aferrada a ti, te juro, tierra mía, que estos ojos te volverán a divisar y mis huellas, en tus arenas, volveré a dejar.

Me enajena el olor a sal que con el hollín  de las grandes chimeneas se logra mezclar; mis ojos hacen cerrar y mi boca comienza a enjugar y aunque con plátanos solo me pueda acompañar, jareas pareciera que puedo degustar.

Absorto en esta imaginación enmascaro el pasar de mis días en esta travesía, que no me aparta de ti y me mantiene en la melancolía.

Tantos años sobre el mar y jamás un sol me quemó más que este que hoy me aleja del abrazo de mi volcán.

Alguien grita divisar tierra, ¡no puedo contener la alegría! No sé si lloro por llegar a puerto y pisar una tierra, aunque no sea mía, o porque en ti ya dejó de estar absorto. Que por sentir el anhelo de este amor quedé hastiado en la bravura de un mar, que pareciera no querer de ti alejarme y en su furia he temido hasta por mi propia vida.

Rezagado salgo del Marqués de Comillas y en ventura al saberme en la Habana logro encontrar estancia para unos días.

No me dista del anhelo de mi tierra las calles de La Habana y, en su arena dorada, me parece estar en casa.

Siete años la fortuna me toma de la mano y las penurias van pasando. He podido comprar un cuarto a dos cuadras de mi trabajo y un negocio tengo entre manos.

De sol a sol hay trabajo y aunque casi no descanso en la noche habanera, para ti siempre hay un remanso, el mar me acoge a cualquier hora, donde te dejo mi llanto.

No sé si quema más el aliento por hallar mi meta y volver a tu lado o el que mi promesa estime dejar de lado.

Otro año, otro año, uno más entre las caricias que mi timple te va dejando en el anhelo de estar a tu lado y, entre nota y llanto, a una cubana mi corazón le he entregado.

He partido, he llegado, he sufrido, he triunfado, he amado, hoy me siento tan cubano como canario. Hoy este mar habanero brilla, como antaño el tuyo en mis ojos brillaron.

Hoy cumplo con creces mi meta y regreso a lo prometido, hoy parto a tu lado.

Tan silente es esta  travesía que, desde aquí, ya huele mi tierra a alegrías y hasta la luna se viste de celsitud, con tal belleza, ante el mar que pareciera que siempre es de día.

En mi Teide está nevando, hoy la malagueña de alegrías lloro en su regazo, El Roque Nublo está soleado, hoy con fortuna muero en tu abrazo.

 

Facebook: Megt Eugenia Tavío

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