A Baltasar Espinosa
Este mar que se eleva
esperando tu voz, la que venía
cantando su oleaje
de gallo blanco y un azul que uno no sabe
si es cielo lo que ve —o un sueño de mar,
que sueña que crepita como el fuego
en la enramada y la vida acaba
consumida entre el humo y la ceniza—.
Pero estas olas que se rompen en la piedra
—constante devenir—, si bien a veces
besa y acaricia, ahora, con violencia,
ataca el corazón
de la roca.
que siente el golpe una y otra vez,
la angustia que padece el mar,
el llanto por tu ausencia…,
y la belleza de su fortaleza
en grano se desgrana, y en arena
se vuelve, y ya no es faro ni luz,
sino la nada hecha pedazos.
Sergio González
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