Tic-tac finito
Yo sólo tenía una vida
y la estrella de la muerte
colgando entre mis ojos,
con una certeza escamosa entre mis labios.
Corazón rumiante
que hace su nido en la noche,
que late su latido lento,
su tic-tac finito,
en busca del enigma difuso
y verdadero del hombre.
Yo sólo tenía una vida para vivirla,
bajo una estrella opaca vigilante
desde la cofa más alta,
con su calendario de gallo degollado,
con sus puntas negras y afiladas
como flechas de un vendaval cautivo,
esperando el día,
aguardando el instante en que la negra estirpe
cite mi nombre,
y sople una ráfaga de agudos aullidos,
de escorpiones envenenados
que me devuelva a la tierra,
al descanso,
al vértice de la nada,
sin fragor, sin aire ni memoria.
Román del Pino González
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Precioso poema !Felicidades!
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