Los dioses tienen sed, de Anatole France

Pende sobre la novela histórica un dilema espistemológico crítico y no siempre recordado: la veracidad de lo narrado, el grado de verosimilitud aceptable y/o distinguible en la narración ficcionada (basta recordar la perenne bastardía de “las películas de romanos” o las películas sobre Jesucristo…eméticas). Aspecto que se tensiona de modo casi insoportable cuando estamos hablando de hechos históricos y sobremanera sobre acontecimientos que la propia memoria histórica ha posicionado ya como intocables.
Este es el caso de Anatole François Thibault (París, 1844– 1924), conocido como Anatole France, y Premio Nobel de Literatura de 1921, quien en esta novela- ya con 66 años y 12 años antes de morir- acomete el envite y el combate de ficcionar las vicisitudes de un pintor revolucionario en el París de 1793 precisamente la época de “la Terreur” (jacobino). Es decir, el período caracterizado por un estado de excepción que tuvo lugar durante unos meses de la Revolución francesa, desde septiembre de 1793 hasta el verano de 1794, y que termina con la caída de Robespierre.
La novela posee un imprescindible Epílogo de Xavier Roca Ferrer donde, en boca de Kundera, se nos informa como sobre Anatole cayó un velo de silencio y de censura por indagar las paradojas de ese momento histórico, por enfrentarse al lema ya histórico de Clemenceau: “La Révolution est un bloc”.
Ante todo, Anatole France nos brinda aquí una novela ágil, amena e interesante con el que nos adentramos no solo en esa revisión crítica sino también en el original modo y estilo de narrar de todo un premio Nobel. Lástima que, a veces, algunos premios enaltezcan tanto como entierran en el olvido a su protagonista.