Teresa Ojeda – Carta a Rosaura

Carta a Rosaura.

Querida Rosaura; tal vez te sorprenda recibir esta carta; pero tiene su explicación. Hoy, escondida en la caja de los retales y enseres de costura, encontré la foto que nos tomaron en el patio de casa, el día de nuestro veinte cumpleaños. ¿Te acuerdas? En ella nos vemos esplendidas, vestidas de fiesta. Por entonces nos sentíamos seguras, por eso, sin hacer caso a mamá, a su advertencia de que él no era bueno, que nos haría daño, nos fuimos a aquel baile a su encuentro. Allí estaba. Nos esperaba y caímos en sus brazos.

Es muy duro, Rosaura, recordar lo feliz que fuimos durante unas horas, y lo es más saber que esa misma noche se derrumbó tu mundo. La madrugada te encontró envuelta en lágrimas. Una violación es lo más cruel que puede ocurrirle a un alma enamorada. Todo se rompe en miles de trocitos imposibles de volver a ensamblar y tú te alejaste de mí. Él se fue pensando que era un macho en toda regla, y se llevó consigo tu alegría, tu fe y tu esperanza. Como compensación me dejó la desconfianza, el desamor y el sentimiento de que ya nada importa. Nos rompió, nos separó. Aquel día empecé una vida sin esperanzas, sin sueños, sin futuro. Noventa y seis años ya. Todo ese tiempo he intentado encontrar los porqués de lo ocurrido, lo que nos alejó y me convirtió en un ser vivo sin estarlo, pegada a una máquina de coser confeccionando vestidos para jovencitas que se parecían a nosotras. Rezando para que, a ellas, nos les ocurriera nunca lo que nos sucedió.

Querida Rosaura. Allá dónde estes, te escribo para pedirte perdón. A veces vi claro que no fue nuestra culpa, pero las más me enojaba contigo por no haber luchado lo suficiente, y aún me irrito conmigo por no intentar reencontrar la autoestima, nuestra valía.

Soy muy vieja y nada más tengo pendiente que decirte que vivo gracias a los momentos buenos, ocurridos a lo largo de nuestros primeros veinte años. Gracias. Te prometo que alguna vez intenté encontrarte en algún rincón de nuestra alma, para volver a ser aquella jovencita que fui, dispuesta a comerme el mundo. Pero ya no importa. Ya sé que las cosas pasan por algo que no comprendemos.

Hoy quiero que sepas que te he amado; que siempre te amé. Somos un alma en un mismo cuerpo, que una vez fue joven y que, ya viejo, busca descanso. Perdóname si sentiste que te había olvido. Te quiero; por algo eres yo y, yo, soy tú.

Siempre tuya, Rosaura.

Teresa Ojeda

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