Guerra, palabra inexacta que nos involucra al desperdicio del ser humano más allá del horizonte. Paz, palabra exacta que nos involucra en la inexistencia de fronteras en la especie humana. La guerra es condición perdida del equilibrio entre la madre tierra y la persona. No aprendemos, no comprendemos, el poder consumado en aberración nos desintegra de cada emoción, de cada sentido de la vida.
Vida, palabra exacta que solo incluye a los que con la bondad en sus corazones, en sus razones marca la sabiduría. Muertos, palabra también para aquellos que se embiste incoherentemente, alocadamente con el delirio de grandeza e injusticia.
¿Y donde está la paz? En aquellos cuyas almas se expanden en el universo con pañuelos blancos ascendiendo a la perfección. ¿Y dónde está la guerra? Excavando y excavando pozos anónimos que la memoria no reconocerá en el transcurso de los siglos.
Y todo se repite. Y no somos aprendizaje. Somos eco del mal. Somos barbarie inhumana de los serenos trinar de los pájaros. Venga la paz. Venga la bondad. Venga con su carga ilimitada flores de primavera. Ahora, somos hijos de los infiernos. Somos, el devenir de una generación vencida por las tumbas pasadas. Ahora, el universo nos mira, nos mina.
Somos tan destructivos que bocanadas de utopías contagian a este planeta lleno de llagas y cicatrices.