Del amor y otros demonios, de Gabriel García Márquez

Una reseña de Mar Zeraus
Hace unos meses, Josefa Molina me entrevistó en la radio, en su programa “De la Palabra al Verso” y me preguntó: Si hicieran una hoguera con todos los libros, ¿qué libro salvarías? Recuerdo que hacía diez minutos que me había despertado de una siesta, desorientada por la hora vespertina y el compromiso de la entrevista, ya que había tenido un día duro de trabajo y llevaba varias noches de insomnio… Reconozco que me quedé en blanco ante una pregunta de profundo calado. Me vino a la mente al pobre Hidalgo de la Mancha, cuando le quemaron sus libros, ya que según la criada, estos le secaban el cerebro. Por esa razón, empaticé con Don Quijote y lo elegí a él. Después de la entrevista, me vinieron a la cabeza como espíritus de la noche, todos los autores y autoras que me han calado a lo largo de mi joven vida por su forma de narrar. Y la reseña que hoy nos ocupa es de uno de mis autores preferidos, que seguramente me persiga, dándome cogotazos en la cabeza, por no ser presta a la hora de salvarlo de la hoguera «encendida» en Radio Gáldar: Gabriel García Márquez; El padre del realismo mágico.
Pocos libros me quedan por leer de este autor, algo muy triste. ¿Por qué no existe la inmortalidad? ¡Malditos dioses! Pero bueno, antes de que estos se enojen por vilipendiarlos, voy a continuar con esta reseña que empieza con el fuego, y no sé cómo acabará.
“Del amor y otros demonios” es una novela de apenas 200 páginas, escrita en 1994, cuya dedicatoria es a la entrañable editora Carmen Balcells, amiga de todos los grandes autores de una etapa cultural desorbitada en Barcelona. La génesis de esta novela parte de un artículo de periódico que debe realizar García Márquez, al cubrir en 1949, la noticia de la demolición de un antiguo convento, donde al abrir una cripta, encontraron el esqueleto de una niña con un cabello de más de veinte metros de largo. A partir de aquí, García Márquez, con su capacidad descriptiva, su lenguaje, a veces exótico, y su maravilloso estilo narrativo de realismo mágico, nos deleita con la corta historia de una niña, abandonada por sus progenitores los marqueses de Casalduero y criada entre los esclavos. Sierva María de Todos los Santos la llamaron, una niña con altas capacidades, a la que tacharon de endemoniada y la encerraron en el convento de las clarisas, en el pasillo de las Enterradas Vivas. Tras la mordida de un perro rabioso, y ante la ignorancia de la época, sufrió todo tipo de atropellos por parte de la religión católica. El amor y la poesía de Garcilaso de la Vega entran en la celda de la niña, de la mano de un clérigo encargado de su exorcismo, un bibliotecario, ojito derecho del Obispo, que se enamora locamente de ella.
Hay un sinfín de temas que se pueden desmenuzar, como la esclavitud, la conquista de los españoles (tan presente ahora por las palabras anacrónicas del presidente de México), las creencias religiosas, la libertad de pensamiento reflejada en la figura del médico, la cultura en los libros versus la ignorancia en los cerebros, la presencia de lo sobrenatural para explicar todo lo que no se entendía. Un libro completo, con un final previsible ya que empieza con una tumba.
Y cómo terminar esta reseña… Ahora me doy cuenta, como un conjuro de las bestias sueltas del infierno, el Amadís de Gaula es uno de los pocos libros que Cervantes salvó de la quema en el libro de Don Quijote, justamente el libro prohibido en la historia que nos ocupa, y que le quitaron de las manos al joven clérigo Cayetano Delaura cuando se estaba formando. ¿Casualidades o magia?
Gracias, Pepa, por tus preguntas y dedicación. Está claro que dejan huella. 😉
Mar Zeraus
Muyyy bueno.
Me encantó.
Felicidades
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Excelente reseña. Comparto la admiración por el grandísimo García Márquez.
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Gracias por leerla. Un saludo.
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