Hay un abismo de asfalto en mitad de la calle, no entiendo como las aceras persisten a tanto daño. En los semáforos el cirujano de las mañanas extirpa mil sonrisas. La pita de los coches deambula por las ciudades pidiendo auxilio. Todos los días del mundo muere un pez de plástico, en la barriga de alguien, y no pasa absolutamente nada. El aire sabe a veneno y dios toca las campanas llamando a gente sin cabeza. Hay un holocausto que empieza temprano y acaba muy tarde, será porque el día ahora tiene más de veinticuatro horas A ver quién salta primero, la extraña manía de vivir en el vértigo. La vida es este caos que no se resigna. Hay sombras que no soportan ni a sus propios cuerpos. Las farolas de los parques escupen luces pero sé que prefieren la oscuridad. El día es ese huérfano despeinado que deambula por las verdades a medias de este frío cada vez más absurdo.
Eduardo García
Muyyyy bueno!
Me entusiasmó.
Felicidades!
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Estupendos versos, Eduardo. «Hay un holocausto… será porque el día tiene más de veinticuatro horas». Reflejas bien nuestra vida urbanita. Siempre viviendo al límite del colapso por llegar a todo. ¿A todo? ¿A qué?
Abrazo fraterno.
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Muy satisfactorio tus palabras muy bonito y ciertas
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La vida es un cruce de impactos continuos. Estupendo poema, Eduardo.
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Un maravilloso poema para leer despacito, e incluso de varias veces… incita a imaginar cada imagen que describes. Precioso.
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