Primero vino fina
como una lluvia delgada.
Más tarde encontré
golondrinas en mi ventana.
También tuve en mis manos
una mujer vestida de follajes.
Después vino la divina Eulalia.
Sucesivas olas también rondando
en la frente de alguien.
Un día añoré los campos
y todos esos lugares sombríos.
Yo también caminé por la blanda arena
que lamía el mar a su paso.
Con cien poemas de amor
vislumbré los días.
Y al final de todo la palabra al aire
compañera insalvable de la noche
en esta analogía del verso.
Eduardo García Benítez
Libro 'El Olor de La Hojarasca'
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