TE RECOMENDAMOS…Mi planta de naranja-lima, de José Mauro de Vasconcelos

Mi planta de naranja-lima, de José Mauro de Vasconcelos

Una reseña de Mar Zeraus

Zezé cabalga junto a otros cowboys por páginas llenas de inocencia, de infancia, con una mirada limpia y un suave olor a azahar. El autor de esta novela consigue enganchar al lector con una literatura llana, cercana, llena de ternura y con un deseo de descubrir qué impera en todas las páginas escritas.

Ese deseo de descubrir hace que el libro sea leído en dos ratitos de atracón de figuritas y estampas, de ojos cargados de inocencia, de cuentos y de un árbol enjaezado llamado Minguito o Xururuca. Cuando leemos literatura narrada en primera persona por un niño, tendemos a pensar que es literatura juvenil o infantil, y nuestro instinto es desecharla porque creemos que nos va a aburrir. Nada más lejos de la realidad, entre sus pensamientos, Zezé nos narra cómo se hace adulto, cómo el dolor y la muerte lo hacen crecer y cómo pierde su inocencia tan solo con cinco años reales, aunque de mentira fueran seis. Una obra existencialista, que encierra pensamientos suicidas, la metáfora del tren igual a la vida que se va, el “Mangaratiba” es el nombre de la muerte. Quien mata a su padre deseado, no al que le toca biológicamente. El deseo de un niño de escapar de su familia de origen, la falta de valor de la vida, el maltrato infantil, la explotación infantil y laboral, la pobreza, y el respeto por la naturaleza, tiene tanta miga esta novela de 194 páginas, que es totalmente recomendable para cualquiera que desee leer un rato de buena literatura.

Dos importantes figuras externas aparecen en la vida de Zezé, la profesora Cecilia y el Portuga, (como lo llamaba cariñosamente al señor Manuel Valadares). Las dos personas referentes en su educación, que lo trataron bien, y con ternura supieron sacar todo lo bueno que tenía. Este libro puede ser una herramienta educativa en el trabajo social con menores y en pedagogía. Muestra el deseo del niño por aprender, su motivación por la escuela, a cambio de la ternura que su profesora le daba.

El propio título de la obra enmarca el respecto por la naturaleza que nos quiere mostrar el autor. Los árboles tienen nombre propio, Dña. Carlota,  Minguito, cómo los hermanos pelean al llegar a la nueva casa por tener cada uno un árbol, cómo viaja su imaginación por el Amazonas, cuando le hace cuentos a su hermanito Luis, una serie de imágenes de amor por la naturaleza.

Una novela escrita en 1968, que se convirtió en un referente en la literatura brasileña.

10 de octubre de 2020

Mar Zeraus

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