Sonatas de Beethoven

Se enamoró cuando escuchó unas notas volando por el piano, en el piso superior al suyo. Ese hombre tocaba la Patética y la Appassionata una y otra vez. Ella conocía muy bien las sonatas. Imaginaba esas manos acariciando su cuerpo, recorriendo sus pechos. Se entregaba totalmente a la fuerza de unos dedos que la poseían. Amaba al pianista, quería conocerlo.
Una semana después, a la entrada del edificio, interrogó al portero. Mientras charlaban, salió por la puerta un niño de 10 años con una carpeta bajo el brazo y los saludó gentilmente. El portero dijo: Ahí tiene al crío que nos tortura todo el día con el maldito piano.
Puede más el poder de la imaginación que la realidad. Muy bueno, Rubén!
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Gracias, Josefa Molina.
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