Sabores – El silencio
— Dime madre, ¿a qué sabe el silencio?
— Sabe a azúcar, a veces a harina, otras a música sorda que no puedes escuchar.
— Pero, ¿cómo sabes que es silencio?— preguntó la hija.
— Porque sientes algo en el alma que no has podido escuchar.
— ¿Cómo qué?— insistió la pequeña.
— Sabe a sábana rajada cuando el dolor es grande y no hay diálogo en la pareja, sabe a piel de naranja podrida cuando descubres la mentira y no puedes respirar, sabe a bilis cuando decides esperar a que alguien cambie esperando que el amor “lo cure” todo, sabe a puñalada directa al corazón cuando entre mentira y mentira se escapa de sus labios la verdad, y al darse cuenta intenta seguir negando.
— Pero madre, esos sabores son muy desagradables.
— Sí, hija, pero el silencio tiene otros sabores, también. Cuando dejas atrás la naranja podrida, y vuelves a fijarte en el paisaje del camino, sin intención de mirar atrás, ese silencio sabe a algodón de azúcar.