TE RECOMENDAMOS… Leer a J.L. Borges, de Rubén Benítez Florido

Leer a J. L. Borges, de Rubén Benítez Florido

Una reseña de Rubén MettiniXPortada

Mercurio editorial. 2019

Hay libros que, al leerlos, sentimos que estamos de alguna manera en la «sintonía» del escritor, que nos entusiasman las mismas cosas. Esto me ha ocurrido, me está ocurriendo, porque aún vuelvo sobre una página u otra, con este texto del profesor de filosofía Rubén Benítez que intenta analizar la escritura de Jorge Luis Borges desde una óptica filosófica. La «sintonía» mencionada antes es la admiración desmesurada suya y mía por las obras del autor argentino, que son adictivas como las sustancias alucinógenas. Y debo confesar que jamás vi a Rubén Benítez y no lo tengo en mi Facebook. La conexión es puramente intelectual.

Benítez Florido antes de analizar a Borges, comienza hablando del cómo nació su interés por el autor. Cuando estudiaba Filosofía en la universidad, un profesor hablaba de Ser y Tiempo de Heidegger. Para aclarar al oscuro filósofo alemán, el profesor llevó unas fotocopias de unos textos de Borges que se referían a la muerte y la inmortalidad. Ante la opacidad de Heidegger, estaba allí la concisa y profundamente clara escritura de Borges. A partir de ese momento, empezó a interesarse por la obra del argentino y, hacia el final del estudio, Benítez Florido reconoce que Borges lo ha acompañado a lo largo de su vida. Es inevitable. Quien consigue entrar en esos relatos y disquisiciones, quien disfruta con sus juegos con el tiempo y el espacio, quien lograr penetrar en su precisa poesía, es difícil que no quiera una y otra vez volver a Borges. Confieso que a mí me ocurre lo mismo.

En estas breves páginas, el autor analiza diversos aspectos de la vida y de los artificios filosóficos que ha utilizado Borges. Resulta complicado en una escueta reseña dar todas las pistas del libro. Intentaré, al menos, despertar el interés lector tanto por el autor argentino como por el canario que ha creado este libro.

Sobre la vida o vidas de Borges, sobrevuela la marcada impresión de que el escritor traicionó a la estirpe familiar. Sintió fascinación inicialmente por sus antepasados patriotas, admiró a los héroes argentinos que lucharon en batallas por la independencia y que formaron parte de su estirpe. Luego la admiración pasó a los compadritos y guapos de los arrabales de Buenos Aires. En su deslumbramiento por estos hombres de acción yace la incapacidad de Borges por cualquier acto heroico. Fue un niño que vivió encerrado entre libros. Tuvo una educación hogareña. Su madre le legó la lengua inglesa y uno de sus hobbies preferidos consistía en leer las entradas de la Enciclopedia Británica. Conversaba con su padre de los temas más importantes de la filosofía como las paradojas de Zenón: el vuelo inmóvil de la flecha o la aporía de la velocidad en Aquiles y la tortuga. En esas charlas nació el interés de Borges por los temas filosóficos que, poco a poco, fueron ocupando sus relatos.

Uno de los argumentos repetidos por el autor argentino es el Doble o el Otro. La naturaleza dual del ser humano no es nueva en la literatura. Fue tratada por diversos autores como Stevenson, Edgar Allan Poe, Italo Calvino o José Saramago. Benítez nos comenta que Borges se fabricó en sus textos un «doble» a su medida. Un Borges Otro que le sirvió incluso para «conversar» sobre algunas de las cuestiones que más le preocupaban como el paso del tiempo o el problema de la identidad.

En el siguiente capítulo, el autor nos dice que Borges es un escritor para todos los gustos. Cito sus palabras:

«Según el punto de vista elegido para leerlo, Borges puede parecer un escritor ateo o teísta, agnóstico o panteísta, racionalista o empirista, posmodernista o heideggeriano, deconstructivista o platónico».

Y más adelante comenta que la singularidad de Borges hay que buscarla en esta ambigüedad. El escritor se mueve en una frontera entre narrativa y filosofía, sin poner el acento en ninguna de ellas.

Por esta vía, Benítez concluye que la metafísica, para Borges, tiene simplemente un valor estético. Era un autor escéptico y no creía en una verdad incontrovertible. En algún momento consideró que la filosofía «era una rama de la literatura fantástica». Además de escéptico, una frase así revela el gran sentido del humor de que hacía gala el argentino. Algo más adelante el autor insiste sobre esta idea de Borges sobre el valor relativo de la filosofía. Después de citar unas frases de los relatos Pierre Menard, autor del Quijote y de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Benítez nos dice:

«Lo que muestran estos fragmentos es que a Borges le cuesta creer que la filosofía pueda tener una relación más privilegiada con la verdad que la que tienen la literatura o cualquier otra forma de expresión artística, pero le concede una importancia crucial como fuente de inspiración para hilvanar sus textos».

Aparece una rica comparación entre Borges y Unamuno, dos autores que tocaron los temas del tiempo y la inmortalidad desde perspectivas parecidas. En el cuento El otro, Borges se encuentra con él mismo mucho más joven, conversan, pero su encuentro está frustrado de antemano. El hombre mayor sabe cosas que el joven desconoce. El anciano es el futuro del otro, el joven es el pasado. Benítez utiliza este cuento para ligarlo con el río de Heráclito, un tema que tanto preocupó a Borges. Esos dos «yo mismos», después de ese encuentro, no tendrán deseos de acudir a una nueva cita. En Niebla de Unamuno se da una situación más compleja aún. La confusión de planos se provoca porque Augusto Pérez, el personaje de ficción, va a visitar al autor para discutir la posibilidad de suicidio. A Unamuno no le parece bien estas sugerencias, pues él es el creador y el único que tiene el poder de dejar vivo o no a su personaje de ficción. Las diferencias entre los dos autores que encuentra Benítez es que para Unamuno todos los seres querrían prolongar indefinidamente sus vidas, mientras que para Borges la idea de la inmortalidad es espantosa. En la conferencia sobre «La inmortalidad», Borges escribe:

«[…] Él (Unamuno) repite muchas veces que quiere seguir siendo don Miguel de Unamuno. Aquí ya no entiendo a Miguel de Unamuno; yo no quiero seguir siendo Jorge Luis Borges, yo quiero ser otra persona. Espero que mi muerte sea total, espero morir en cuerpo y alma».

Aunque Borges ha tocado con frecuencia en sus relatos los temas metafísicos, las críticas frecuentes al autor es la falta de una sistematización sólida de las ideas expuestas. Sus cuentos y también su poesía configuran un conjunto de ideas dispersas basadas en lecturas de Platón, Hume, Schopenhauer, Spinoza o Nietzsche, pero en ningún caso puede hablarse de una posición filosófica definida. Hay que recordar que Borges se definió siempre como un inventor de artificios literarios, ficciones, relatos, poemas. Usó la filosofía, pero como citamos antes, consideró esta materia una rama de la literatura fantástica.

El libro de Benítez incluye una cuidadosa cita de la bibliografía consultada y, luego, un muy práctico listado de los enlaces que podemos encontrar sobre Borges en Internet. Esencialmente hay dos entrevistas extensas que le hizo Joaquín Serrano Soler, en el programa A fondo en 1976 y en 1980. Ricardo Piglia impartió cuatro lecciones magistrales que son imprescindibles para el conocimiento del autor argentino. En este apartado se citan los enlaces de YouTube.

Para completar este estupendo libro, Benítez incluye unas 100 páginas de Selección de textos: relatos, charlas y poemas de Borges, introducidos con un breve comentario. Los cuentos elegidos son los más conocidos para el lector de Borges: Las ruinas circulares, Funes el memorioso, El Aleph, Borges y yo, entre otros. En los poemas, Benítez ha seleccionado los más significativos: Inscripción sepulcral, La lluvia, El remordimiento, Límites, Poema de los dones, y algunos otros.

Este texto editado por Mercurio Editorial es para mí una pequeña joya. Me deleitó leerlo y me resultó extremadamente claro. En alguna frase se cita esa lúcida frase de Ortega y Gasset que dice: «la claridad es la cortesía del filósofo». Es un libro escrito con entusiasmo, con amor a la filosofía y a la literatura. Se trata de una edición cuidadísima. Vaya, solo puedo decir que quien desee entrar o rever a Jorge Luis Borges se haga con este libro.

A manera de breve biografía, Rubén Benítez nació en Telde y es profesor de Filosofía de Enseñanza Secundaria. Cualquier lector que consulte su biografía en Internet, hallará sus diversos libros publicados. Si quieren consultar su blog personal y leer sus diarios, relatos y poemas, el título es “Palos de ciego”.

Rubén Mettini

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