Josefa Molina – Reencuentros

Reencuentros

Dedicado a mis compañer@s de EGB del Ceip Antonio Padrón.
¡Gracias!, 

Ell@s saben el porqué

Me senté junto a la mesa bajo el toldo de hojas de palmera. La cimbreante luz anunciaba la mañana. Por fin, llegaba el día. Después de no habernos visto durante décadas, aquel encuentro iba a ser sonoro. Sonoro de abrazos, sonoro de besos, sonoros de saludos, sonoros de historias, sonoros de ayeres.

Volver al ayer siempre tiene algo de insondable. Una sensación mezcla de miedo y añoranza. Volvemos al ayer como quien abre un libro: hay muchas historias que no conocemos, otras que hemos olvidado y otras que adquieren realidad a base de instantes de otros y de abrir cajas de Pandora.

Hoy volvíamos a un ayer con sabor a calcetín agujereado y a colacao tibio. De pronto me llegaron los sonidos de la alarma del colegio, del cara al sol al inicio de cada jornada escolar, a perfume de colonia infantil y a calcetines de ganchillo blanco. Un mantel de cuadros blancos, marrones y amarillos, simulaba ser un uniforme. ¡La de risas y de lágrimas derramadas sobre aquel universo de cuadros!

Estábamos sentados uno frente al otro. Recordé su boca, aquella que me devolvía una lánguida sonrisa matutina tras el pupitre rayado. Por aquella sonrisa me castigaron con doña Catalina en una clase de sociales. Me dolió, fue injusto, pero ahora lo recuerdo con el sabor agridulce de la nostalgia.

Algunos ya no están. Este día también va por ellos, por lo que forman parte de nuestra historia colectiva. Los que no están, los que ya se han ido, los que nombramos sin nombrar. Los latentes… La tristeza tendrá un breve espacio en este día dedicado al recuerdo.

Ahora, estoy sola aquí. Esperando averiguar cuánto de realidad conservan aún mis recuerdos. La historia siempre se construye en colectivo. Llenar las lagunas de mis existencia con las aguas fluviales de mis antiguos compañeros.

Entonces también estuve sola… Recorremos la vida arrastrando una soledad que intentamos hacerla menos solitaria a base de amores, de rutinas, de madurez y de hijos. Llenamos la vida de cosas, de momentos, de compromisos, de metas inalcanzables, de retos, de sueños, de otros, … Todo para no pensar, a cada minuto.

Recorre la mesa una leve brisa. Se agradece este aire en movimiento, esta acaricia de mañanas. Las palomas me observan cautas desde la distancia y me interrogan, saben que pronto habrán desperdicios, trocitos de pan o de pastel que llevarse a sus picos siempre hambrientos. Son unas supervivientes pero no lo saben: solo viven. También nosotros.

Poco a poco van llegando. Buscan llenar su hoy de risas, chuletas y cervezas. Todos buscamos compañía con la que ahuyentar soledades. Hoy habrán alientos, leves murmullos que acaricien los días. Suaves empujones para continuar en el camino.

No me resisto a decirlo: me encantan estos reencuentros con sabor a ayeres y corazones aún latiendo.

Josefa Molina

josefamolinaautora.com 

9 comentarios

  1. Esos uniformes con cuadros, esos pupitres, esos castigos injustos, ese ayer, esas palomas supervivientes…
    Qué lindo lo que cuentas, cómo nos llevas de la mano por esa historia plagada de nostalgia. 😊❣Me gustó leerte.

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