Me hice vegetariano
Cuando compraron el lavavajillas y el triturador de alimentos, su vida cambió radicalmente. La cocina dejó de ser el espacio para disfrutar olores y sabores y se convirtió en un laboratorio frío y preciso. Su espacio para experimentar.
Su gran aliado fue el triturador. Una y dos habichuelas; un tallo de puerro; una zanahoria pequeñita; uno, dos, tres trozos de pimientos; medio calabacino; un trozo de calabaza. Cuando intentó con el tomate, redondo redondo, le trasladaron por tiempo indefinido al centro de descanso. Para comer, con la única mano que le quedaba, apenas le dieron una cuchara. “Nada que corte”, sugirió el médico. Las noches las dedica a estudiar las propiedades del cepillo de dientes. ¿Cómo convertirlo en una trituradora?, se pregunta mientras lo utiliza como rebanador para intentar cortar el pedacito de tomate, redondo redondo, donde alguna vez estuvo su mano izquierda.