Quiquiriquí
Allí cada amanecer es un canto a la vida. Desde el alba, el macho me enamora. Se acerca a mi ventana, me mira de reojo y me canta la misma serenata. Esa que echaba de menos y que también llamo quiquiriquí, me transporta a mi niñez, pero también a respirar la savia del ahora que pierdo en otros lugares donde los cantos más urbanos apagan los menos contaminados. Con él, cada mañana lleno mis pulmones de aire y dibujo una sonrisa.
Muy bueno mi querida Rosario. Un besote enorme mi niña.
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