El niño africano
Sentados en la arena, tanto a mí como a mis acompañantes se nos escapó un prolongado ¡Ooohhh! de admiración cuando, inesperadamente, presenciamos la siguiente escena: el niño de la foto, tras salir del agua, hizo un movimiento de cabeza para sacudirse el pelo. Al momento, miles de gotas saltarinas se precipitaron al aire y crearon una especie de aureola de burbujas volátiles, algo que nos pareció cosa de magia, sobre todo cuando los débiles rayos de sol, que habían logrado franquear las nubes, doraron, como un tímido relámpago, las burbujas de agua salada y el magnífico pelo negro de aquel precioso niño africano que llamó nuestra atención y que, por un instante, se nos antojó completamente irreal. Tuvimos que cerrar los ojos y volver a abrirlos para cerciorarnos de que lo que habíamos visto no era fruto de nuestra fantasía.
Facebook: Quico Espino
Foto de Ignacio A. Roque