La ciega
Descríbeme lo que ves, le pidió. Un enorme sol desciende rápido entre las nubes y en el cielo se dibujan tonos amarillos y anaranjados, le describió.
«Sí, lo recuerdo. ¿Es hermoso, verdad?», preguntó, y ella respondió, «sí. Siempre lo es».
Entonces la miró. Una sombra de tristeza se reflejó en su rostro mientras observaba cómo, tras sus gafas oscuras, una lágrima comenzaba a rodar mejilla abajo.
Texto y foto: Josefa Molina
Las lágrimas siempre están en el alma, aunque no las podamos ver, pero las sentimos.
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Sí, se sienten. Muchas gracias, María José, por tu comentario.
Saludos, Palabra y Verso.
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