De soslayo
Su mirada de soslayo, fugaz, trasmitía una pesadumbre impregnada por una densa y gris decepción. En sus ojos apagados ya sólo refulgía, como un titilar ígneo , un destello fino pero tan intenso y penetrante que aturdía con la misma potencia como lo hace todo recuerdo fatal que adviene de sopetón, a través de las fisuras telúricas de la memoria y la mentira. Desde donde se había logrado filtrar, atrapada bajo una inmensa y grotesca montaña de herrumbrosa chatarra que formaban sus recuerdos. Pues no hay brillo más punzante y llamativo que el que procede de entre la oscura materia de acontecimientos. Y para saborear ese fulgor había que poseer la fortuna de merecer asistir a su presencia ladina y escurridiza. Él, más que nadie, sabía que todo arte emerge de recolectar y destilar momentos diversos extraños y contradictorios que deben ser apilados hasta que emerjan ,de entre ellos , ese fulgor que encierra en sí todo un significado oculto, como un aroma para el cual hay que tener un olfato preparado desde antiguo para descifrarlo. Él era esa nariz, y su mirada tan solo transmitía el horrible pesar del que conoce las indomeñables reglas de la creación artística. Quien afirma que el arte es un consuelo simplemente es que no es artista; desconoce el sufrimiento desquiciante que supone repetir lo eterno sin que parezca viejo ni repetitivo. Hacer de lo consabido una necesidad universalmente significativa. Una afirmación rotunda que brota entre el ruido que gana su puesto con la misma contundencia como la luz viaja por el espacio vacío o como la gravedad se impone allá donde uno esté. Pero ni el fotón ni el gravitón saben de sí, no son felices, tampoco tristes. Su mirada, que de pura sabiduría chamánica sabía de esto, tan solo agradecía el encuentro con otros ojos cuando, por sorpresa, también tenía la suerte de toparse con otra ensoñación embriagadora y turbia transportada con estoica melancolía en un cansino parpadeo lento y adormecido. Sólo así quizá, procediera a emitir algún balbuceo a modo de aforismo bíblico y hermético, poliédrico y de exquisito paladar, solo degustable para quien llevara toda la eternidad rumiando el sin sentido de los aconteceres de la vida. De su mirada se extraía una lección vital más potente que de las ruinosas e inútiles palabras que jamás logran transportar lo que se debe decir sin ser dicho. Porque la palabra solo es una piedra, una herramienta pobre y engañosa que cuando no sirve para guardar silencio termina siendo, siempre, un arma arrojadiza. Por eso él atesoraba sus palabras tras el inescrutable sendero de silencio donde las había aprendido a conservar.