No somos nadie
Manuel es de ideas fijas, de seguir una matraquilla, vamos. Ahora le ha dado por nadar cada día. Salga el sol, llueva, truene o relampaguee, él tiene que ir a nadar. Ayuda que vive en un pueblito costero, a corta caminata de la playa. Sin embargo, ayer ocurrió algo que truncó su obligación y hasta puede que le haga desistir de ella en largo tiempo. Mientras avanzaba hacia el punto del muelle donde suele iniciar sus brazadas, divisó a un grupo de personas reunidas y circunspectas que miraban fijamente al mar. Algo inusual, pero él siguió a lo suyo. A punto de lanzarse no le gustó nada el color grisáceo del agua. Mar de fondo, pensó, todavía decidido a no saltarse su rutina diaria. Entonces se percató de que la mancha gris estaba salpicada de espumarajos asquerosos. ¿Y eso qué es?, preguntó al fin al grupo allí reunido. Mi padre pa-descanse. Oyó una voz afligida. Terminó de comprender la situación al ver flotando a la deriva unas flores desangeladas en clarísima actitud de último adiós.
Maruja Salgado