Lo prohibido, por Esmeralda Berbel

Una reseña de Rubén Mettini
Durante mis días pasados en Barcelona en agosto, estuve sumergido en la lectura de Lo prohibido (Editorial Tres hermanas. 2022) de la escritora Esmeralda Berbel. Cada noche quería leer solo unas páginas, pero me daban las tres de la mañana y no conseguía despegarme de una historia que se va mostrando poco a poco y de esa prosa poética tan rica.
La novela comienza con la relación entre una mujer escritora que conoce a un hombre que es arquitecto. Entre ambos se establece un vínculo lleno de cariño, de actos compartidos, de deseo y sexo. Lentamente la historia se irá oscureciendo por ciertas reacciones inesperadas del hombre que la mujer no comprende. Lo que se configura como un maltrato se presenta de forma sutil, con frases cargadas de animadversión, dichas para conseguir un objetivo, herir a la víctima. Cuando esta se retira, el hombre vuelve como un gatito suave y cariñoso tratando de reconquistar lo dañado.
Lo que nos conmueve desde el comienzo es que ese personaje femenino está escribiendo su diario personal; que pareciera no haber distancia entre la realidad y la ficción. En una charla que da la protagonista en Madrid entra en ese tema (Pág. 261).
«Hablo del narrador más expuesto, más cerca de una realidad, la de la experiencia que también, dicen, es ficticia. No entro en polémica. No tengo ganas. Escribir es todo lo mismo, es escribir, es hacer, sin ninguna duda, literatura.»
Y poco más adelante, durante la presentación de una de sus novelas, el personaje escritora reflexiona (Pág. 272):
«Siento un efecto extraño al oír la palabra novela. Ahora que está escrito, fuera de mí, no me importa si me ha sucedido o no, si soy yo el personaje de la historia o no lo soy, si alguien ha mentido ha inventado ha creído eso o no.
Sí, digo, me ha sucedido. Todo lo que escribo me sucede».
A través de todo el relato sentimos que Esmeralda Berbel escribe su vida, su biografía, su experiencia. Además, escribe con su cuerpo, lo coloca en la página en blanco y con sus palabras lo muestra, lo enseña, sin embarazo ni vergüenza. Esta dimensión la hace una escritora singular, atrevida, muy arriesgada.
Y en toda su obra la forma tiene tanto peso como el contenido. La prosa está elaborada con un aliento poético que a veces nos hace pensar que cada párrafo está nutrido de versos, de formas de decir que van más allá de lo que dicen. La autora cuenta ocultando, sugiere, insinúa, alude sutilmente a los hechos. En la obra hay mucho sexo, pero ni una sola línea pornográfica, hay violencia, pero siempre está en una frase, en un acto puntual, ningún regodeo en los sacudimientos internos que padece la protagonista.
A la elección de una prosa llena de poesía se suma una deliberada impersonalidad en las referencias, un recurso muy utilizado en la obra de Marguerite Duras. El protagonista masculino es siempre «el hombre», no tiene una identidad definida. Los personajes que van apareciendo tampoco tienen nombre. Si el personaje viaja hacia Barcelona, dice algo así como «vuelvo a mi ciudad», sin especificar hacia donde vuelve. Todo esto deja a la historia flotando en un espacio vacío, la escritura evita deliberadamente referencias a lo concreto, sin duda un criterio para otorgarle un carácter más global a la historia: podría ocurrir en cualquier lugar, los personajes podrían ser otras personas. Cualquier lector puede identificarse con esos seres de papel.
Siempre que leo a Esmeralda Berbel, sus novelas, su poesía, me dan ganas de ponerme a escribir. Es una escritora que deja semillas en el lector atento para que este las siembre y más tarde, pueda cosechar los frutos. Me une a ella una relación de largo recorrido. Coincidimos en un taller de escritura, en Barcelona, allá por el año 1986. Ambos comenzamos a trabajar con la literatura en aquella época y, a través de estos más de 35 años, los dos hemos luchado con las palabras, hemos pergeñado libros y conseguimos llegar a unos cuantos lectores. Ya en el 86 sentí que Esmeralda Berbel poseía una capacidad sorprendente para generar imágenes y metáforas. Por este motivo, creo se merece totalmente que hoy sea considerada la Marguerite Duras española.
Lean Lo prohibido. Saldrán enriquecidos de esa lectura.
Gracias por tu reseña. Despierta interés por leerlo.
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