La llave, de Junichiro Tanizaki

Una reseña de Mar Zeraus
Nos encontramos ante un libro diferente, corto, tan solo 109 páginas, fácil de leer y ameno. Traducido del japonés por Keiko Takahashi y Jordi Fibla. Modernos y Clásicos de Muchnik Editores, 2002.
Un matrimonio concertado japonés, de edad avanzada (56 y 45 años respectivamente), tradicional, con una hija a la que pronto piensan casar con un joven, protagonista también de la novela, empieza a comunicarse a través de las páginas de su diario, confesiones que no se atreven a hablar en persona. Con un tinte perverso el matrimonio juega formando un triángulo amoroso con Kiruma, el novio de la hija. Consiguen así, mantener una relación sexual que les excita y satisface, rompiendo la monotonía del matrimonio. Triángulo que cambia de ángulos al final, cuando entra la hija Toshiko en el juego.
Narrado en primera persona, permite entrever los sentimientos de los protagonistas Ikuko y su marido (no se dice el nombre), en una especie de relato epistolar, con la salvedad de que son diarios, y se supone que ninguno se debería atrever a inmiscuirse en la lectura personal del otro. Esa curiosidad y esa perturbación por conocer los secretos del otro, añaden salsa picante al juego. La lectura salta de un diario a otro, conociendo los pensamientos del matrimonio: Ikuko aborrece a su marido, aunque se comporta como una esposa ejemplar, y él no sabe cómo satisfacerla, está loco por ella. Al final, con el poder de las palabras (nos hace pensar que) llega a destruir a la otra persona.
Ingenioso juego con alto grado de erotismo. Novela atrevida, escrita en 1956, del escritor japonés, fallecido en la segunda mitad del siglo XX, Junichiro Tanizaki, reconocido por muchos como un referente en la literatura contemporánea en Japón.
La recomiendo.
Gracias por esta reseña, Mar Zaraus. Tanizaki es un referente en la literatura japonesa y el argumento de esta novela revela una temática singular y rara. Me gustaría leerla.
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Gracias por la recomendación. Siempre es interesante que nos inviten a saborear una nueva obra. Se nos hace la boca agua…
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