Paraguas rotos, de Luis Alberto Henríquez Hernández

Una reseña de Rubén Mettini
No hay tradición de cuentos de terror en las islas o, al menos, yo no la conozco. Me sorprendió descubrir a Leandro Pinto, en el año 17, con una estupenda novela de este género, Grietas en el tejado, que reseñé en su día. Ahora aparece otro autor entusiasmado por este tipo de relatos con Paraguas rotos (Ediciones Garoé, 2021), un libro donde los temas de miedo, horror, locura y fantasmas ocupan sus páginas con escritura segura.
Podemos hipotetizar que estos cuentos están influidos por la literatura de Edgar Allan Poe, quizás también por Arthur Machen quien escribía que levantar el velo de normalidad puede llevarnos a la locura y a la muerte. Hay alguna distopía que nos evoca al estupendo Phillip Dick. Lo cierto es que Henríquez construye sus relatos con mano firme, sabiendo siempre hacia donde dirige la historia, aunque en el camino se detenga a describir con detalle y delicadeza los entornos y las circunstancias, y también a los seres que lo rodean. Nada escapa al ojo observador del escritor sobre el comportamiento humano. Pareciera que se dedica a mirar el mundo con un microscopio para descubrir un tejido que se está corrompiendo. Siendo Henríquez Doctor en Veterinaria y profesor de Toxicología en la Universidad de Las Palmas, no es casual la metáfora del microscopio. Henríquez atina a explicar con precisión funciones orgánicas y efectos de los venenos o las drogas en el ser humano, todo al servicio de los inquietantes argumentos de los relatos.
A su precisión léxica añade una extremada delicadeza expresiva. Casi en cada página hallamos metáforas que nos sorprenden e iluminan, unas poéticas, otras espantosas. Citaré algunas de esas imágenes, tomadas al azar, de alguno de sus cuentos. Ya en el prólogo, hablando de esos paraguas rotos, nos dice: Su estructura se doblaba y se retorcía como si estuviera siendo sometida a un exorcismo y la lluvia fuera agua bendita que caía de las mismísimas manos del Creador.
En el primer relato, Un ramo de crisantemos, ante una noche de extremo desasosiego escribe: Los remordimientos y el horror se lanzaron sobre mis sueños como una jauría de lobos negros sobre un cordero abandonado… En el mismo cuento, refiriéndose a unas velas en una capilla, elabora una metáfora muy expresiva: … cuyas llamas habían abandonado su quietud al son de la ventisca y creaban sombras animadas que danzaban delante del Cristo como lo hacían las prostitutas en Babilonia.
Y en el relato Juegos en silencio, hablando del guardián de un parque que cierra las puertas a la noche nos sorprende con una metáfora extrema: dos puertas enrejadas cuyos goznes chirriaban tan agudos como el grito de los cerdos en el matadero justo antes de cortarles el cuello de oreja a oreja. Sus metáforas –basten estos ejemplos– nos conducen a un irracional temor.
También hay humor en estas páginas, un humor acerado y cruel, un humor que nace de peripecias macabras y nos despiertan a la vez una leve sonrisa y una mueca de espanto. Muchos de sus personajes aparecen desarticulados en relación al mundo, incómodos, seres rayanos en la demencia, cuyas únicas salidas son actividades asesinas. Aparecen en las páginas cementerios inquietantes, muertes sangrientas y, además, espejos que pueden contarnos cosas de un futuro que no deseamos conocer. Para esos seres, Dios y el Demonio surgen como seres similares y equidistantes. Ambos necesarios para guiar a algunos de sus personajes a acciones de exterminio o autodestrucción.
Reseñaré brevemente algunos de los cuentos, para que el posible lector sepa los derroteros de sus argumentos. En el primer cuento, Un ramo de crisantemos, nos relata la historia de un personaje que busca la tumba de su padre en el Cementerio de Vegueta. El horror va creciendo progresivamente hasta llegar a una conclusión que pareciera decirnos que el miedo puede ser una forma de vida o de ausencia de vida, quizás de paz definitiva.
En el relato Juegos en silencio, un parque infantil, al caer la noche, se va llenando de espectros, espíritus de niños, que ocupan un espacio para seguir jugando más allá de la vida.
El que lleva el título Que Dios me perdone nos conduce a los Cárpatos. El objetivo es hacer un viaje por los lugares turísticos de Transilvania. La intuición de que cosas horribles le esperan va ocupando el espíritu del protagonista. Allí se encontrará con un difunto y un velatorio. Las ceremonias requeridas en el entierro llevarán al personaje hasta el borde la sinrazón.
El cuento El hombre del saco está dedicado a Gilles de Rais, un asesino del 1400, famoso en la historia como la Condesa Báthory de Hungría. De Rais luchó junto a Juana de Arco en la Guerra de los 100 años, pero, luego, dando un giro de sus intereses hacia la alquimia, la brujería y la adoración del Diablo, sacrificó a centenares de niños y niñas. De Rais y Báthory son dos aristócratas que usaron su poder para cometer las más terribles atrocidades. Henríquez crea una ficción basada en una vida real.
Según nos dice el autor en el prólogo, este libro fue escrito a bordo de aviones, en habitaciones de hotel y en mesas ajenas, incluso en servilletas. Concluimos que, en contra de lo que se supone, no es un escritor que exija una habitación propia, unas hojas blancas, una estilográfica, una máquina Olivetti o un ordenador Apple para concentrarse e inventar sus historias. En cualquier circunstancia, la musa «maligna» puede susurrarle una de sus macabras historias. Y la plasmación de esos susurros llega al lector para mantenerlo en vilo y erizarle el vello.
Luis Alberto Henríquez Hernández, nació en 1978 en Las Palmas de Gran Canaria. Su primera novela, publicada en 2017, lleva el título de El perturbado del verbo. Este es el título, además, de su página de Facebook. En 2020, editó su segunda obra, Ciberyo, clasificada en Libros Indie como una novela de ciencia-ficción, que se mueve a caballo entre el género negro y el ciber punk y que plantea preguntas sobre el futuro de la especie humana. Paraguas rotos es su tercera publicación.
Ediciones Garoé ha hecho una apuesta acertada al editar este libro de cuentos de un autor de quien esperamos nuevas publicaciones consolidando esa voz tan auténtica. Recomiendo sumergirse en estas páginas para llenarnos de conjeturas y estremecimientos.
Rubén Mettini
Es tan buena la reseña que una no puede evitar la tentación de buscar esos cuentos, Rubén. Gracias. Abrazo.
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Gracias, Pepa Marrero. Es el objetivo de una reseña, despertar el interés del lector y que él o ella sienta lo mismo que uno sintió.
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