El Amante Abducido

Se postra, se inclina, se arrodilla, se conmueve; se entrega, se rinde. No le importa que no muestren ninguna señal de asombro, porque son ellos el objeto de la seducción. Aunque estén contra la pared, en la rigidez vertical de sus casillas, saben que en algún momento los volverán a sacar para aspirar aire nuevo; serán olidos, acariciados por una mano experta que seguirá sus rastros en tinta aún legible, porque los han renovado en nuevo papel. Aunque sus espíritus sean viejos y estén muertos, resucitarán en sus nuevos trajes, sin envidiar a los vivos y jóvenes. Ellos saben que a pesar de estar separados por años y nacionalidades, se codean y guiñan sus ojos, divertidos con la entrega de su amo. No compiten entre ellos, compiten por integrar el universo expandible que llena el salón de nuevos habitantes. Al frente del escritorio, Cioran, Sollers, Celine, Sebald, esperan pacientes. A la derecha Píglia, Aira, Onetti, Woolf, Storni, Pizarnik, saben que no tardarán en volver a salir al sol. Al fondo, Manganelli, Musil, Roth, Magris, Broch, Rilke, Rulfo, Paz, Ribeyro, están tranquilos porque son joyas antiguas. Al final del día, vivos y muertos renacidos, se despapelan de la risa porque saben que son ellos los eternos amos.
Niria Suárez
Muy bonita prosa al servicio de la literatura. Enhorabuena!!
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