Por aquellos días,
no hacía frío,
y estaba bien no tener frío
aunque fuera diciembre
y los relámpagos avisaran
del estruendo que llegaría después.
Por aquellos días
nunca era tarde,
y estaba bien que anocheciera
en la playa, que se fueran las gaviotas
y el alba me encontrara en la arena,
con amigos, con guitarras,
acompañando a la luna.
Por aquellos días
reía mucho,
y estaba bien que cualquier cosa
me hiciera reír a carcajadas,
con la risa tonta,
la que aún conservo,
la que, de casi todo, me salva.
Por aquellos días
lloraba, también, por cualquier cosa,
y estaba bien sentir
que se me iba la vida
por enamorarme en silencio
de quien ni siquiera sabía de mi existencia.
De no haber sido
por aquellos días,
hoy, me asustaría sentir el frío en pleno verano,
quedarían demasiadas cosas por hacer,
se habría oxidado mi vida,
seguiría haciendo un mundo con un grano de arena
y tendría muchas cosas doliendo,
aquí dentro.
Pepa Marrero
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