LA LLUVIA ÁCIDA
La provisión de naranjas, limones, y verduras sobre todo de hojas verdes, hortalizas: lechugas, tomates, cebollas, cereales: arroz integral o no, lentejas y toda clase de granos era casi insuficiente, debido a la gran demanda.
El consumo de estos alimentos se había acelerado en un par de meses. Pero la gente caía. Nadie se explicaba como con alimentos saludables, vitaminas, agua embotellada y llevando una vida sin estragos, podían enfermarse del estómago, con esos dolores de cabeza y mareos, incluso fiebre, vómitos y demás.
Al principio nos dijeron que era como una gripe, parecía la gripe aviar, pero no.
Los animales también enfermaban. Les dolían las articulaciones. Lo sabía porque al pasar por la puerta del veterinario las colas eran interminables, en cambio en la tele decían que no, que las mascotas nada, como si no formaran parte del planeta, pero a ellos les afectaba también. Sobre todo a las patas, unas veces traseras, otras delanteras, aunque podía ser al salir a la calle y pisar no se sabe qué.
Oí una noticia en una entrevista, un reportaje que le hicieron estos días al autor de un libro.
El presidente de China visitó las Islas en octubre. Parece que en el avión también estaba el de otro país, con motivo de algún evento deportivo. ¿Para qué?, ¿para ver sus dimensiones? Debieron decir: Por aquí también rocíen un poco. Fue de noche desde algún satélite de esos que creemos estrellas. Y nosotros ¡creyendo aún que eran OVNIS! Si es que somos ignorantes, nos cuentan un cuento y nos lo creemos.
Nota: Cualquier parecido con la realidad, en este relato, es pura coincidencia
La literatura de denuncia de Isa Guerra parece ser una idiosincrasia. La historia que cuenta me trae a la memoria una fuente que se halla en La Garrotxa (Cataluña). Siempre acompañaba a mis amigos que recogían agua aparentemente purísima de ese manantial natural, pero la fuente se hallaba debajo de un campo cultivado y los pesticidas contaminaban las aguas encantadas. Mis amigos renunciaron a cargar garrafas del manantial.
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Y lo que no sabemos. ¡Magnífico relato, Isa! ¡Un abrazote!
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