Pepa Marrero – Ejercicio de Estilo

Ejercicio de estilo

 

Me despertó el sonido que hacían los rayos del sol al estamparse contra el suelo. No vi cómo desapareció el aire, pero ya no estaba donde lo había dejado antes de quedarme dormido. Antes de salir de la cama, incluso antes de echar a un lado la nube con la que me tapo cada noche, estuve pensando que pude haber soñado con ella y con aquellos días en que, cogidos de la mano, comíamos trocitos de luna y nos besábamos. Si hubiera soñado con ella no habría tenido aquella pesadilla con el gato negro que me estuvo persiguiendo toda la noche. Luego me senté apoyando la espalda en las almohadas, me borré el pensamiento estregándome los ojos y, echando a un lado la nube, me dije que estaría bien pensarla cada noche, antes de dormir, porque así me aseguraría de tener dulces sueños, como aquellos que me visitaban porque ella me los deseaba al apagar la estrella de la mesita de noche. Los rayos de sol habían empezado a saltar por todas partes, sobre los muebles, encima de mi pijama, por mi cara y mis manos y así no se puede pensar. Así que me levanté y preparé un buen desayuno. Mientras untaba en la tostada espuma de los días sentí unas ganas locas de leer. Debido al entusiasmo que me entró repentinamente me apresuré a terminar mi desayuno, con la prisa se me viró la taza llenándose la mesa y el piso de café con leche. Lo limpié y me fui corriendo a buscar el libro que ella me regaló el día que le conté que de vez en cuando escribía y que me encantaba leer. Ese día estábamos en el parque de la historia interminable y ella me miró con ojos grandes, sonrisa grande y alegría grande. Se levantó y me dijo que esperara un momento, que volvería en unos minutos. Cruzó la calle y entró en una tienda con un cartel rojo y negro que no podía leer desde el banco en el que me quedé sentado, esperándola. Volvió corriendo, entusiasmada y traía un libro. Sacó un bolígrafo de su mochila, escribió una dedicatoria y me lo regaló. Se titula Ejercicios de estilo y el autor es Raymond Queneau.

 

Pepa Marrero

6 comentarios

  1. Muy bonito el cuento. Desde el título intuí que te referías al libro de Raymond Queneau. Lo trabajé muchos años en los talleres de escritura, pero hace unos días un amigo me lo mencionó y, casualmente, tu cuento iba sobre ese libro. Concomitancias raras que me encantan. Enhorabuena, Pepa.

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