Recogerse
Al toque de ánimas llamaban en mi casa la oración. Se rezaba otras a lo largo del día: el ángelus a las 12, las cuatro esquinitas, que incansables contábamos a la cama cada noche, los imposibles que rogábamos a Santa Rita -casi siempre relacionados con un, nuevo, amor platónico-, las súplicas en las tormentas a Santa Bárbara bendita…, pero la oración propiamente dicha, era aquella acompañada de una serie de graves campanadas que sonó de fondo en mi adolescencia, marcando la hora en que tenía que recogerme; dejar la calle, lugar en el que pasábamos las amigas las tres cuartas partes del día.
-Niñas, a las campanadas gordas me tengo que ir. “La primera en la plaza y la última en casa”.
En aquellas noches me leí “El Quijote”. ¡Claro, qué suerte, todavía no existía el whatsapp!
Totalmente cierto: las redes ‘quitan’ mucho tiempo para actividades mucho más placenteras, como la lectura. Gracias, Maruja por este micro tan reflexivo.
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