EL FILO DE LA RISA
Las sorpresas agradables
son siempre bien recibidas.
Me llevé una, no hace mucho,
en las verdes medianías:
en esta preciosa casa
tuve una conversación
de lo más inesperada
con una mujer mayor.
De entrada me confesó
que fue muy poco a la escuela,
porque pegó a trabajar
siendo una niña pequeña.
Luego me invitó a un café:
“ven pa la cocina, mi hijo”.
Y sentados frente a frente,
a su manera, me dijo
“No quiero más tristezas en mi vida;
ya no me quedan lágrimas que echar.
Trataré de vivir lo que me queda
poniéndole al mal tiempo buena cara.
Estoy a ver si puedo arrinconar
las penas y amarguras, olvidarlas,
y sentir sólo ganas de reír,
llorar únicamente de alegría,
contemplar desde fuera nuestro mundo,
no dejar que me pueda el desconcierto,
avistar con mirada indiferente
todo lo que me duele y estremece.
Pero soy simplemente un ser humano
y hace ya mucho tiempo que entendí
que la vida es tan buena como mala,
que hay tanto maravillas como horrores.
Me quedo con el filo de la risa,
el lado positivo de la vida,
la ternura, los besos, los abrazos,
el amor, que me da felicidad”.
Conmovido, emocionado,
aplaudí cuando acabó.
Me encantaron los dos besos
que en la cara me estampó.
Foto: Ignacio Roque Lugo