Acontece
Un día el mundo se para,
y nos sentimos tan pequeños.
Y no somos sino lo que queda
al final del aliento de esta absurda nada.
Ahora toca reinventar el miedo,
asumir el destierro
de un lugar llamado mundo.
Venerar las pasiones veniales.
Subirse al carro del desconcierto
sin mirar para otro lado.
Nadar en la náusea.
Invitar a pasear a la memoria
a sabiendas de que ésta,
puede decirnos la verdad a la cara.
Te queda el ahora momentáneo
de unas manos temblorosas.
Quizás haya que volver a aquella situación primera sin ropas y con los pies descalzos, allí donde nacimos de verdad,
en la Garganta de Olduvai por ejemplo.
Hay un sol de cobre que siempre
nos alumbra bajo el aire turbio
de los días en la sombra más oscura.
La esperanza un sol de luz
en el amanecer del sueño.
Me encanta leerte Edu. Un abrazo.
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Gracias por leerme y encantado de que te gusten mis humildes versos, un abrazo grande de corazón
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