El hilo de la costurera, de Dagmar Trodler
Una reseña de Olivia Falcón
Dagmar Trodler, de origen alemán, nació en Düren. Estudió, entre otras cosas, Filología Escadinava. Conocida por sus novelas históricas. En la actualidad reside en Islandia.
“El hilo de la costurera” (Edición BSA, 2014) narra una parte de la vida de Penélope MacFadden, una adolescente pobre en la Inglaterra de principios del S.XIX que se gana el sustento como encajera reputada, en un taller de costura para las señoras de la alta sociedad. Un desafortunado hecho hace que su madre y ella sean condenadas a la horca, pena que les es conmutada por el destierro a Nueva Gales del Sur, a bordo del barco de presos, Miracle. Se enfrenta, entonces, a un trayecto lleno de hambre, malos tratos e inmundicia al que sobreviven pero llegando a Australia, otra desgracia la azota y marca para siempre. Penélope, a pesar del infierno que le toca atravesar, continúa adelante; en parte gracias Bernhard Kreuz, un médico alemán que también viaja en el barco erigiéndose en su protector.
En “El hilo de la costurera”, Dagmar Trodler describe la Inglaterra de principios del XIX con la Revolución Industrial, el comercio, la sociedad de la época, donde la miseria y la violación de los derechos humanos eran el pan de cada día. Frente a esa otra sociedad real, noble y burguesa de unos pocos. A cualquiera se le podía condenar a la horca por robar un mendrugo de pan y las mujeres eran objeto de todo tipo de vejaciones. A través de la protagonista vamos conociendo ese mundo con todo lujo de detalles, así como el origen de Australia como colonia a la cual se desterraban a maleantes de toda índole. Como bien dice Dagmar: Nueva Gales del Sur se convirtió en “una cárcel al aire libre…”, “una jaula entre palmeras».
En “El hilo de la costurera” nos encontramos también poemas de Lord Byron, John Keats, John Done, Emily Bronte y William Shakespeare. Encabezan cada uno de los doce capítulos que componen la novela.
Sirva de ejemplo estos poemas:
“Y cuando estés fatigada
encontraremos un lecho
de musgo y flores
para que apoyes la cabeza.”
John Keats.
“Ningún hombre es una isla
entera por sí mismo
Todo hombre es una parte del continente,
una parte del todo”.
John Done.
“La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo
el día,
y los hombres olvidaron sus pasiones ante el
terror de esta desolación
y todos los corazones
se helaron en una plegaria egoísta por luz”
Lord Byron, Oscuridad.