Reflejos
Reflejos que el ojo del fotógrafo capta y plasma en la imagen.
Se puede escuchar la voz líquida de ese cachito de mar irradiado en el espejo; dice que nunca ha visto su reflejo en un cristal, que él siempre ha sido el espejo del cielo y que se siente muy contento, al igual que agradecido, de que hayan puesto en el barranco esa puerta tan preciosa en la que se puede mirar todos los días. A través de ella ve el cielo por duplicado y contempla la montaña, de la que hasta ahora sólo ha podido observar los filos que llegan a la costa.
Al cielo le encanta verse doblemente reflejado, bañado de día por un sol que lo pinta de colores al atardecer y, a veces, cuando está la luna llena y no hay nubes, vestido de negro estelar por la noche.
Arrullada por el rumor de las olas que rompen en sus acantilados, bañada por la luz del sol y alumbrada por una luna que perfila sus contornos, la montaña descansa relajada.
Cielo, mar y montaña conviven en perfecta armonía.
Y la puerta de La Casita de las mil estrellas, en el barranco de Güigüí, invita a pasar a quien la mira.