No me preguntes por la poesía cuando voy por la Calle larga
NO ME PREGUNTES POR LA POESÍA CUANDO VOY
por la Calle Larga. El campaneo multicolor, las farolas
encendidas incluso tan de mañana…pregúntame por eso.
Pregúntame por el soliloquio del empedrado de la calle,
por la estatua donde dos pueblos se hermanan y se venden
mutuamente el puñal para matar al otro. La poesía viene
después, cuando tú ya no estés preguntándome, cuando ya
no haya nadie que me pregunte nada, cuando yo mismo
haya agotado mis ansias de creación.
Pepito me confiesa que los personajes de su novela
vinieron a amenazarlo la tarde anterior. Me lo dice muy
bajito—el principal instigador está sentado en la mesa de
enfrente tomando el cortado de media mañana, es un gran
maestre borgiano—. Pepito nada sabe de poesía, pero sí
del peligro que esta trae cuando buscas la verdad, aunque
sea disfrazada. Nada más peligroso que la inocencia. Por
eso no me hables de poesía cuando voy por la Calle Larga
—el señor de la mesa de enfrente toma buena nota en el
libro de hojas en blanco que Borges hubiera escrito sobre
lo increado.
Spleen y fuga
A medio camino entre poema y prosa (o prosa poética), Antonio Arroyo Silva siempre se luce. Enhorabuena.
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Grande, como siempre, mi querido Antonio. Besos y abrazos.
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jajaja, Antonio, ¿y cómo no hablar de poesía? ¡Si está en el ambiente! Ahora, eso sí, la figura y ‘gracia’ de Pepito está aún por ‘explotar’, y tú sabes a qué me refiero. Un abrazo, amigo.
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