Quizá sea así la vida
Cuando abrí los ojos por primera vez para ver lo que sucedía en el mundo, vi a una mujer tan linda, tan esbelta como un ángel que vuela libre y alegre, una mujer que vino para propagar la paz y el amor en un mundo demasiado materialista que corre incesantemente detrás del dinero. En aquel entonces yo era un joven universitario de veintidós años que cursaba estudios hispánicos.
Ella era mi profesora de fonología, y era de origen africano. Desde el momento en que la vi, me quedé totalmente pasmado ante su inigualable atractivo; al verla me sentí como un gorrión volando alegremente por el cielo. Aún recuerdo lo que me dijo Gonzalo, un amigo mío, cuando estábamos charlando en un bar del centro de la ciudad -Oye, debes comprender una cosa, el amor a primera vista no existe en la realidad, sólo en los cuentos maravillosos.-Aún así, yo caí en las redes del amor a primera vista, sin darme cuenta, sin pensar en lo que podría suceder. Ella se llamaba Fatna, era muy amable y afectuosa, pero desdichadamente la gente se comportaba muy mal con ella porque era extranjera y tenía una cultura diferente. Empero, yo nunca me interesaba por lo que decían, y lo que más me perturbaba eran mis padres, que no la querían y rechazaban por completo la idea de que me relacionara con ella y pudiésemos casarnos en el futuro. Así que Fatna y yo decidimos largarnos a Casablanca para empezar una nueva vida más tranquila y más cómoda. Allí nos instalamos en la tercera planta de una casa muy bonita de tres plantas. Teníamos unos vecinos muy amables: Si Abdellatif, su mujer Lalla Aicha y sus hijos Oussama y Bouchaib.
Un año después de instalarnos ocurrió un hecho que acaparó la atención del barrio entero. Cuando estaba disfrutando del airecillo que entraba por la ventana de la sala de estar en las primeras horas del día, vi en la calle a un hombre cuarentón y sucio, pero no pude verle la cara. Entonces oí una voz infantil gimiendo y gritando. Sin pensármelo dos veces salí corriendo hacía el lugar del que venían los gritos, y lo que vieron mis ojos fue algo increíble, algo que suele suceder tan solo en las películas. Sorprendí al hombre violando a una niña que no pasaba de los diez años; luego me di cuenta de que era la hija de mi vecino Driss Aouad. De repente saqué el cuchillo de mi bolsillo y le apuñalé tres veces en el pecho, luego le tomé el pulso, latía lentamente pero aún palpitaba. Veinte minutos más tarde llegó la policía y la ambulancia. Uno de los policías me preguntó -¿quién ha sido? -Fui yo-, les contesté con frialdad, -lo hice porque le sorprendí violando a la hija de mi vecino Driss; -Pero usted no puede actuar así -contestó-, porque hay leyes en el país, y ha cometido usted un acto criminal. -Sí , pero lo que hice fue un deber -les contesté- porque si no lo hubiera apuñalado seguiría violando a niñas, muchachas y mujeres; eso no puede ser, las cosas no tendrían que seguir así, es injusto, horrible y absurdo lo que está sucediendo.
Tres días más tarde, el hombre murió en el hospital, pese a los cuidados intensivos a los que fue sometido por los médicos. Así que me metieron en una celda de la cárcel llamada “la puerta del infierno’’, en espera del día de mi juicio. –En cualquier momento vendrán para llevarme al tribunal– me dije. Me pasé días enteros esperando alguna noticia, pero en vano, así que tuve que vivir en aquella celda tan sucia, tan llena de ratones como si fuera una alcantarilla. Una mañana vino a verme el carcelero y me dijo con voz muy baja, como si estuviera revelando algún secreto temible – Hoy será tu juicio. Así que me arreglé y dos horas después vino la policía para llevarme al tribunal. Cuando llegamos allí, me quedé de pie delante del juez, quien me dijo con una voz tenue cargada de desolación y una solapada decepción –¿por qué lo mataste? -Lo asesiné porque violó a una niña pequeña, y si no hubiera actuado de esa manera, la habría matado, por eso tuve que hacer algo, lo hice para salvar a la niña, le contesté. El juez empezó a discutir el asunto con sus colegas durante aproximadamente quince minutos, luego me anunció que el tribunal me sentenciaba a la pena de muerte.
Cuando oí el fallo, me quedé completamente paralizado, sin poder hacer ningún gesto. Tras el juicio me devolvieron a la celda a vivir de nuevo con ratones y arañas; pero a pesar de que me juzgaron con la pena de muerte nunca me desesperé ni perdí la esperanza de recobrar nuevamente mi libertad. Seguí durante varias semanas esperando a cada momento mi ejecución. Durante ese tiempo tuvo lugar un hecho asombroso e imprevisible que me hizo feliz: mi mujer y la niña por la que entré a la cárcel vinieron a visitarme. Al verlas, olvidé completamente mi ejecución, y me quedé petrificado, sin poder decir ni una sola palabra por la emoción. La niña me dijo con una fuerte expresión de alegría yo estoy dispuesta a dedicarte mi vida por haberme salvado, por haberte sacrificado por mí. ¡Oye!, siempre ocurren cosas que no hemos provocado con nuestra voluntad, le contesté.
Mientras estábamos hablando, mi mujer me miraba con ojos desorbitados que expresaban tanto dolor, tanta angustia y tanto hastío… Te echo tanto de menos, es que la vida sin ti…la muerte es mejor, la vida sin ti equivale a un infierno. Lo que me dijo me conmovió enormemente, así que no pude contenerme y me puse a llorar como un niño. Ya sabes que en la vida -le contesté- nada es perdurable y la muerte es una puerta abierta para todos, para menores y mayores.
Dos horas después se fueron y me quedé de nuevo solo, con mis amigos los ratones y las arañas, observando la pared negra de la celda; de repente, empezaron a desfilar por mi mente imágenes, voces y gemidos de prisioneros que habían pasado por la misma celda. Yo estaba tremendamente asustado, porque no sabía lo que había ocurrido en aquel lugar. Me dijeron que allí habían muerto tres prisioneros y eso me daba mucho miedo. En una mala mañana vino el carcelero a verme y me dijo con un amargo tono burlón –Oye, pobrecito, arréglate porque hoy a las cuatro de la tarde te van a ejecutar. Al oír lo que me dijo, me desmayé de inmediato, luego me dije no pasa nada, todos nos vamos a morir, que es así la vida, la gente muere, pero la vida continúa. La verdad es que ahora no puedo manifestar con exactitud lo que estaba sintiendo en aquel instante, esperaba que se produjese algún milagro imprevisible, algún hecho que cambiara totalmente la corriente de los acontecimientos. Por increíble que parezca, así fue: cuando estaban a punto de ejecutarme, tuvo lugar un hecho inesperado, un suceso que produjo un intenso asombro en la ciudad entera: vino la gracia real; me habían incluido en la lista de los prisioneros a los que les fue concedida la gracia, tras haber comprobado que yo había cometido un crimen no deliberadamente, sino para salvar la vida de una menor. Confieso que lo me sucedió fue muy parecido a una pesadilla, pues nadie puede percibir lo que siente un condenado a muerte, que está a punto de morir, y de repente se le concede la gracia y se le ofrece la oportunidad de iniciar una nueva vida. Tras la gracia, yo me sentí como un recién nacido, como un gorrión, me sentí libre de mi experiencia en la celda, una experiencia tan horrible y tan abrumadora.
Facebook: Ayoub Nadir
Instituto : Hassan Ibn Tabit , academia de Marrakech . Clase : Segundo Bachillerato Letras 2 . Año escolar : 2016/2017 .
Marrakech , febrero 2017 .
Muy bonito y emotivo .Gracias por compartir .
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Muchísimas gracias por haberlo leído mi queridísima Marisa García. Es un placer compartir mis textos con ustedes.
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