Nortear

Azul que me rodeas y me cubres cada día, mares y cielos que se pierden en la inmensidad del espacio y yo, como corso, persiguiendo al ectópago, por aguas encharcadas y por nubes oscuras, que se coló en mis sueños y quiso arrebatarme mi sonrisa, haciéndola suya.

Intenté, a la desesperada, apartarle de mí, pero me fue imposible sin que uno de los dos perdiera el latir que compartimos en las pesadillas no deseadas,  y no quise segar al arcano que me empuja a naufragar en el desconsuelo. Entre sudores volví a mí, sintiendo que su obstinación no cesaba, y venciendo a la somnolencia me vi corriendo tras el deseo que, desde un otero, me invita a pasar unas horas, robadas al tiempo, cerca del faro del final de lo conocido para allí unirnos sobre camas de flores que insuflan aromas únicos, sólo disfrutados por las ninfas.

Pasaron, aleteando con acompasado ritmo, las aves que migraban al sur buscando la quietud y la esperanza y, solo entonces, caí en la cuenta de nortear para no perder el camino que siempre me lleva a la calidez del entorno azulado, hacedor de la luz que me ilumina, y me lleva a ti atravesando el iris de tus ojos y entrando, por la negra oquedad, para quedarme allí esperando tus besos, de inconfundible sabor a cerezas cogidas del árbol que ofrece volar, a lomos de Pegaso, al país en el que todos somos iguales.

Facebook: Juan Francisco Santana