Perro vagabundo

De verdad, no sé por qué recogí aquel perro vagabundo. Quizás por la sonrisa de sorna que mostraba siempre en su jeta, quizás también porque un día, al sacarlo a la calle para que hiciera pipí, me miró y me dijo: gracias…
Nunca más pronunció palabra. Se llamaba Pepe. Al morirse de viejo, encontré en su caseta su diario escrito con una caligrafía perfecta.
¡Y bien que lo conservo! No se lo dejaré leer ni al doctor, aunque siga insistiendo con trucos de mala astucia, intentando convencerme de que solo paseo la guía telefónica bajo el brazo.
Texto y pintura: Francisco Lezcano Lezcano
Ilustración titulada ‘Desconfianza’