¿Dequeísmo? No, gracias
Un artículo de Sasa Sosa
Leer cada vez cuesta más, pero no por la presbicia de una población cada vez más envejecida, sino porque cada vez se escribe peor. Hoy nos toca un engendro que Lázaro Carreter bautizó como “moderna ordinariez”: el dequeísmo.
Según el diccionario de la lengua española, consiste en el “uso, normativamente censurado, de la secuencia de que para introducir una oración subordinada que no admite ese régimen verbal”. Así, por ejemplo, consistiría en decir “Espero de que te guste” en lugar de “Espero que te guste” ¿Hay sonido más perturbador que esa partícula que no viene a cuento y que, de manera fraudulenta, muchos intentan encajar donde claramente no cabe? ¿qué pasa? ¿Por qué surge de repente tanta generosidad con el lenguaje que hay que añadir “más cositas”? ¿Creen que hay que agregar un refuerzo a la frase para que gane poder expresivo? Por disparatado que parezca, puede incluso que piensen que están contribuyendo al embellecimiento del lenguaje.
Esta partícula inútil, esta construcción viciosa, es otro claro ejemplo de vulgarismo que, a mi entender, influye perniciosamente en el sujeto, que en ese ser arrastrado por el lodo lingüístico termina tan acomplejado que ni fuerzas tiene para consultar al verbo de quién se predica la acción.
¿Y por qué triunfa tanto? Puede que, como afirma Lázaro Carreter, se deba al influjo ejercicio por una construcción análoga en la que el uso de la construcción “de que” sí que es correcta. Así, por ejemplo, en las construcciones nominales del tipo “Me hizo la promesa de que vendría”, el de que resulta necesario para enlazar el nombre (promesa) con su complemento. ¿Qué ha ocurrido? Pues que se ha creído igualmente necesario el uso en las construcciones verbales, surgiendo así el dichoso dequeísmo (“me prometió de que vendría”).
Fuera como fuese, no pretendemos estudiar en detalle a este bichejo desagradable, que internet está lleno de blogs que lo hacen maravillosamente bien. Por ahora nos basta con no perderlo de vista para que no se nos cuele donde no debe.
Pero, tengamos claro o no por qué se usa, conviene saber que hay truquillos para evitar caer en esta indigencia lingüística:
Un procedimiento que puede servir en muchos casos, es el de transformar el enunciado dudoso en interrogativo. Si la pregunta debe ir encabezada por la preposición, esta ha de mantenerse en la modalidad enunciativa. Si la pregunta no lleva preposición, tampoco ha de usarse en la modalidad enunciativa:
- Se preocupa de que…. ¿De qué se preocupa?
- Le preocupa que… ¿Qué le preocupa?
- Opina que… ¿Qué opina?
- Está seguro de que… ¿De qué está seguro?
Pero aquí no acaba todo, siempre hay posibilidad de ir más allá en los atropellos al lenguaje. Y es que, por un exceso de celo, la reacción al dequeísmo ha derivado en una construcción igualmente antipática y odiosa: el queísmo. El miedo a caer en aquella construcción tan hortera y vulgar ha llevado a muchos a preferir equivocarse por defecto antes que por exceso, eliminando la partícula de en los casos en que es normativo su uso (Es hora que me escuchen en lugar de Es hora de que me escuchen).
Es cierto que la diferencia no siempre está tan clara, es verdad que en ocasiones son sutilezas las que marcan la diferencia, pero para eso solo puedo recomendar un método infalible si lo que queremos es escribir y hablar con corrección: leer.
Fin del misterio.
Facebook: Sasa Sosa
YO TAMBIÉN ME HAGO UN LIO MUY LIOSO CON ESO DEL ‘ DEQUEISMO ‘. MUCHISÍMAS GRACIAS POR LA LECCIÓN. QUE TENGAN UN BUEN DIA
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Muchas gracias, Andrea, por tu comentario. Desde Palabra y Verso buscamos que este blog además de lúdico y reconfortante para los lectores, sea también útil y, si se puede, didáctico. Gracias por tu comentario.
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Bueno, bueno,por estos lares (Laredo, Texas) no hay ese lodo lingüístico y me alegro por ello. Qué pena que a falta de la lingüística, creemos ese tipo de atropellos… Saludos.
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¿Qué en Texas no se practica el «dequeísmo»? Me mudo ahorita mismo, jejeje….
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