Unidos… hasta que toque a pérdidas.
En aquella tarde rara de un día de inquietud, al parecer de todos yo había hecho un negocio muy jugoso.
Algunos, junto al regalo, dejaban sus parabienes y, a mi entender, hasta sus elucubraciones.
Mi abuela, madre elevada al cubo, dijo emocionada:
-¡Vas a tener unos niños muy guapos!
Mi padre, macho en transacción, dijo circunspecto:
-Sé paciente y no discutas por todo.
Mi madre, sonriendo bobaliconamente…
-¡Haz buenos platos y verás que bien te va…!
Mi hermana, abandonada por su marido, dijo disimulando las lágrimas:
-Recuerda estar siempre dispuesta.
Sentí sobre mis hombros el peso de todas las mujeres a través de los siglos. En aquel momento recibía el legado de todos aquellos constructos interesados que nos constriñeron dirigiendo nuestros destinos… y, por un momento, almibarada la sonrisa, los imaginé a todos atragantados con la tarta.
Años más tarde, con el cansancio inseminando mi ánimo, lucho contra el mal humor de mi socio; la maledicencia en sus empeños; los silencios – catedrales-. Y, hastiada, recolecto la hiel, fruto del desorden, calcetines y calzoncillos incluidos.
Y, sí. Todos tenían razón.
Lola May.
¡Gracias a Palabra y Verso Escritor@s!
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La fina ironía de la autora.
Es magnífico ver la mezcla de humor, empatía y sarcasmo del personaje recordando el día de su boda. La compasión hacia la muchacha que fue.
Un texto lleno de giros. Sonríes mientras lees y se va desgranando todo el ritual hasta un final que te sorprende, con un nuevo giro.
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