Firmin, de Sam Savage
Una reseña de Roberto Iglesias
Esta reseña posee casi un dictamen ético formulado a modo de silogismo hipotético: si usted ama la literatura entonces debe leer esta obrita. No hacerlo sería sinónimo de desperdiciar esa ocasión única de descubrir una conjunción exacta: allí donde una narrativa sencilla y fluida logra fusionar placer y reflexión.
Pues ante todo ‘Firmin’ es la obra de un lector – Sam Savage (1940-2019) – consumado que sabe destilar una peripecia íntima y entrañable como si de una confesión se tratase: el amor eterno a la literatura como refugio existencial.
Porque ‘Firmin’ es una rata, sí, pero dentro habita una res cogitans que añora ser hombre con la aceptación absoluta de todos los pros y contras que ello supondría. ‘Firmin’ es una rata que aprende a comer libros y luego a leerlos y a través de dicho descubrimiento nos retrata sus anhelos y sus desvelos pro ser aceptado y comprendido pro el ser humano.
‘Firmin’ al final alcanza a ser una obra que se recuerda con cariño y se recomienda con fervor sincero tal como si fuese un mandato ético.