Inma Flores – La última verdad

La última verdad

Nunca supo ser un gran amigo. Era un tipo inteligente, de gran sonrisa, que aparentaba siempre interesarse por los demás, así era como ganaba adeptos, seguidores, admiradores, pero nunca supo tener grandes amigos porque la amistad ha de ser recíproca.

Quienes creían ser sus amigos no lo sabían, si supieran lo que él pensaba de ellos: “es tonto, no sabe ni hablar”, “mira como escribe, ¿tú crees que esto tiene alguna calidad?”, “está ridículo con ese pantalón ocre, parece …”, “si aparenta ser más viejo que yo y tiene cinco años menos”…

Nunca supo ser amigo, ni esposo, ni amor. Carecía de empatía. No era capaz de amar, utilizaba a quienes le rodeaban según sus necesidades, eso sí, dando siempre la imagen perfecta, la imagen de persona de éxito y feliz, pero en el fondo era un pobre niño maltratado en la infancia, un niño que nunca sintió tener el amor suficiente en su corazón, un niño que creció con carencias afectivas y en la adolescencia no logró comprender lo que estaba bien y lo que estaba mal. ¿Cómo justificar el maltrato de su padre a la familia? Era su héroe, de alguna forma había que justificar que tratar mal a una mujer estaba bien, y él las trataba mal a su manera, menospreciándolas en la intimidad, triangulando amores, una le servía de ama de casa y cocinera, la otra le servía de florero de cara a la sociedad, y decenas de teléfonos en su agenda para escarceos esporádicos. Así era él.

Ahora, al compás de los estertores, llora su desgracia: jamás supo amar.

Inma Flores 

 

 

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