EL TIEMPO ENTRE LOS DEDOS
Hoy tras el cristal
las caras de los transeuntes.
La casuística indomable
del ser humano
en su propio vertedero,
un ligero olor a hierba
ventilar el miedo impalpable
de las aceras.
Las paredes de los edificios
parecen desfiladeros
y los semáforos se ahogan
en la monotonía gris del asfalto.
Por los pasos de peatones,
Pasa la soledad maltrecha
del abandono,
las riberas pálidas
de este estruendo
en la voz oscura de los años.
Me supura esta herida casual
en la piel rasgada del miedo.
Eduardo García Benítez
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Los dedos, un maravilloso lugar para sostener, acariciar, e incluso rasgar el tiempo, la vida, la piel… Preciosos versos, Edu.
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