Visita al Mar del Norte

Me hizo gracia la grandilocuencia con la que me ofrecían aquella mini excursión. Hablar de ir a ver el Nort Sea de esa manera hubiera sido normal en un meridional como yo, pero no en unos nativos de Jutlandia.

Cruzábamos los páramos brumosos de la tarde otoñal en un coche alemán. La arena blanco grisácea era demasiado espesa y fría para lograr introducirse dentro de mis botas canarias. Los años de adolescencia surfera me dirigieron a hacer el habitual análisis. Olas pequeñas y fuertes a pocos metros de la orilla que apenas forman tubo; malas para tabla, pero quizás adecuadas en verano para body-boarding.

– You like it…? – la mano de Ditte jugaba con la mía en el fondo del bolsillo de mi abrigo. El viento luchaba por sacar mechones rubios de su gorro de colorines. A lo lejos, su padre y su hermana correteaban, empujándose. Mientras, ella se mecía con mi cuerpo buscando calor.

Le sonreí.

– Sure…It´s nice and brave–. Hacía ya algún tiempo que mi inquieto espíritu reconocía que se estaban cumpliendo los sueños de mi infancia.