FOTO-RELATO Ruegos

Ruegos


Céntrica calle de la ciudad bajo un asfixiante calor de febrero.

Comercios que invitan a entrar.

Colores, aromas… que atraen a viandantes diversos: presurosos, relajados, disfrazados de riqueza con el alma empobrecida, soñadores y decepcionados de la realidad. Muchos caminan sin ver el ajeno rostro, sin compartir sonrisas… como si estuviesen recorriendo solos el amplio pasillo que une lo antiguo y lo nuevo, los aristócratas edificios con las moles de cemento que miran a un mar colmado de barcos gigantes, cargados de vidas de otros lugares y de mercancías deseosas de arribar en el puerto.

Céntrica calle de la ciudad en la que brota la música frente a un sombrero, en la que el arte se dibuja con tizas de colores en el suelo, en la que un cómico pretende arrancar risas cuando llora por dentro, y en la que junto a señoriales bancos, apoyado en una marmórea pared, un hombre de largos cabellos y grisácea barba obligada, extiende todas las tardes sus arrugadas manos, mirando al cielo, esperando que responda a sus ruegos.

Carmen Quesada

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